30.10.06

El cartelito está arrugado y las letras casi no se leen...

... (a alguien se le debió caer CocaCola encima y la tinta se corrió) pero es azúl, igual que el papelito con el número 56 que me ha dado el señor de la otra ventanilla, así que sí, debe ser allá donde tengo que hacer cola ahorita. Ok, me acomodo lo más cerca posible del aparatito de supuesto aire acondicionado (aire sí sale, pero no a buena condición… sale con poquisíma fuerza, de modo que la sala se divide entre los más sudorosos – los que les tocó las ventanillas de cartelitos naranjas y amarillos- y los menos, los de los equipos azúl y rojo).

Calculo… sí, aquí debe haber unas cuarenta y tantas personas; la gran mayoría cubanos, otros tantos deben ser chapines o nicas y así, más blanquitos, estamos otra muchacha y yo – apuesto a que es italiana – y dos ingleses con horrendas playeras que justo entran ahorita. Tienen cara de traer una cruda del quince, este par. No me queda más que sentir compasión hacia ellos, ¡je!. Sí, miniño, sí, haz caso a tu compañero y ve a comprar Coke que te hará falta azúcar para aguantar la espera.

¡Órale! Se cayó con estrepitoso estruendo la pequeña escalera metálica donde estaba subido el chaval que lleva rato intentando colgar en su debido lugar el cartel de ‘Instituto Nacional de Migraciones’. La sala entera se ríe, y es que todas las cabecitas del otro lado del mostrador han dado, al unísono, un gracioso brinco del susto. Estos funcionarios son como maquinitas programadas hasta para asustarse.

Sale, que ya me llaman. Yo digo que ésta es la buena. Fotocopia de pasaporte, acá. Fotocopia de tarjeta de crédito, ea. ¿Qué por qué quiero quedarme más tiempo, señorita? Por lo mismo que les conté hace una hora, aquello de que me estaban ofreciendo trabajo y usted tenía que prepararme los papelitos para el contrato, mientras yo iba al banco a pagar las tasas por los 90 días de ampliación de rango de turista que usted me dijo que necesitaria porque eso del permiso de trabajo lleva su tiempo… ¿se acuerda? Bien pues; sí, por eso quiero permanecer más tiempo en el país, señorita, y acá en México, entiéndeme, no acá en esta agradable oficina llena de cartelitos de colores.

Ok, sí, me llevo los papelitos - ¿cuántos hay? ¡la virgen!- y la semana que viene regreso con ellos y otros tantos que me dará el notario que redacte mi contrato. Muy amable, señorita, pase usted un buen día.

Ya me salgo, ea. Mucho mejor, hoy, sólo han sido cuatro horitas. Y la suerte me acompaña porque alcanzo a llegar a la puerta justo un segundo antes de que uno de los resacosos ingleses saque su primera papilla allí en la esquina del mostrador de información. “Yo a ese no le daba ni un día más de permiso, coño, que se vaya a emborrachar a su país”, oigo. Ese ‘coño’ delató tu españolidad, compañera blanca de la cola azúl, y yo que te hacía italiana… Y parece que la salida de la muchacha ha alivianado el ambiente porque de nuevo se oyen risas.