30.10.06

Holbox es algo distinto...

... porque, si bien el turista que llega a Cancún busca de todo menos México, los pocos que llegan a Holbox ya saben más. Y si no sabe, al llegar aprende de golpe la esencia del concepto paraíso.

X ya lleva años viviendo en la isla. Fue nomás morir su papá y ya mero recomponer su vida. Él es buzo profesional, guía experto en tiburón ballena, profesor de primeros auxilios en programas para jóvenes y, ahora, por la novia europea que se consiguió, también hace de mesero en el restauran que recién organizó la chica en Holbox mismo.

X cotorrea con todo el mundo y todo el mundo le quiere. A sus conocimientos aprendidos con el estudio, su vida le ha sumado el otro conocimiento. Los largos años de agonía de su papá le acabaron de despertar la mente. El padre fue perdiendo lentamente sus habilidades motrices, al tiempo que ganaba – eso rápidamente- un amor creciente del cuarto y más descarrilado de sus hijos. X se lo llevaba semana sí, semana no a Holbox, y en su último año el hombre nadaba por primera vez en su vida al lado del imponente y dócil tiburón ballena.

X aprendió a hacer que personas con poca movilidad pudieran gozar del nadar junto al inmenso mamífero, que cuando te mira parece que te sonría y que su moverse lento hasta parece invitarte a un abrazo.

La experiencia con su papá – los médicos aseguran que tanto amor le alargó la vida- despertó algo importante en X. Así que se capacitó para trabajar con discapacitados de todo tipo – en Holbox hay algunos, cada cuál con su historia- y con sólo unos meses de trabajo ya no queda, en la isla, ni uno de esos “raritos” – así les gritaba la gente al verles- que conserve ese indigno apelativo y todos ellos, desde el autista al tetrapléjico, tiene una nueva sonrisa en el rostro. La que dicen que aparece en los que han visto al tiburón ballena.

El día de su 30 cumpleaños, X llegó al restauran de su novia y se encontró con una fiesta sorpresa. Los invitados eran todos los niños de la comunidad a los que él da clase; no faltó ni uno, y la madre de la niña Down lloró de emoción cuando le abrazaba para felicitarle y agradecerle haberle cambiado los sentimientos hacia su hija; de la pena al amor alegre. “Qué tan humana es nuestra gente ahorita” – cuentan que le dijo la doña.